domingo, 20 de abril de 2014

Se me escapaban las horas entre las manos.
Y yo seguía esperándote.
Y allí, como una tonta, me quedé.
Sentada.
Esperándote.


Sin darme cuenta de que no se me pasaban solo las horas, 
sino también las oportunidades,
 y sobre todo, 
dejé escapar las ganas de vivir.

2 comentarios:

  1. Esperar, como Penélope, nunca fue una buena idea. Porque el que espera no avanza y el que se marcha sigue su curso...

    Salud.

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  2. Eso es justo lo que nunca debes dejar escapar, ve tras las ganas de vivir.
    Me gusta mucho como escribes, besos :)

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