A ver cuantas noches aguantaba sin arañar espaldas de desconocidos y sin morder labios ajenos.
Y el desafío le sirvió para darse cuenta de la poca fuerza de voluntad que tenía y de que esa era su forma de olvidarse del mundo y desconectar, convirtiéndose en amante de lo ajeno.
camino lento para que el olvido pueda negociar.
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