miércoles, 1 de enero de 2014

Nos hacemos ciegos ante lo que no queremos ver.

Lo malo de soñar con lo exterior es que no nos centramos en lo que ya poseemos. Lo malo de preguntarnos algo constantemente es que todas esas preguntas que vuelan por tu cabeza no tienen respuesta. Y ahí se quedan, alimentando tu dolor de cabeza, convirtiéndose en musa de tu tinta. Me gusta el té, el quererte, los viernes por la tarde. Me gusta soñar y últimamente vivo de ello. Porque soy del tipo de personas que cuando pasan por baches, cierran los ojos y sueñan. Ya, ya lo sé, mal hecho, pero que bien se vive mientras se sueña. Aunque estoy cansada de soñar y ahora mismo me quiero aferrar a la realidad, por muy mala que sea, decirle adiós a todas esas preguntas y darle la bienvenida a todo lo bueno que está por venir. 
Adiós a toda la incertidumbre y a las dudas que no dejan de atormentarnos.

Ojalá algún día cambien las cosas para que las lágrimas derramadas no hayan sido en vano.

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