martes, 3 de junio de 2014

Atardeceres y finales.

Un día me dijo que ya nada era lo mismo y se fue.
Y me dejó con la palabra en la boca, el corazón en la mano.
Con mucho mimo, lo más cuidadosamente que mis nervios me permitían, lo guardé en una cajita y me colgué la llave de ésta al cuello. Cada vez que me siento en un apuro, respiro y la acaricio inconscientemente. Ha sido una forma curiosa de recuperar la confianza en mi misma, eso de no llevar el corazón encima.
Métodos drásticos ante situaciones desesperadas.
No pasa nada, yo lo llevo bien. Me permite concentrarme.
De vez en cuando, abro el cofre para que le de el aire, y me paro a contemplar su belleza al igual que contemplo los atardeceres. Hace poco leí que solamente las personas que conocen la tristeza de primera mano pueden apreciar ese tipo de belleza.

3 comentarios:

  1. Los desengaños siempre obligan a tomar más precauciones para evitar que el corazón sufra, pero es un arma de doble filo, a veces las barreras evitan que gente que muy especial llegue a nosotros.

    Salud.

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  2. Mejor póntelo de nuevo y ámate a ti misma!

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  3. Las personas que conocen la tristeza, saben mas de belleza que cualquier estilista, que cualquier modelo... es belleza que conocen las personas que han conocido la tristeza, es la pura, la real.

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